Hace tiempo le llevo dando vueltas a ciertos temas relacionados al día a día de los profesionales sanitarios de #AtenciónPrimaria, y seguramente de otros niveles asistenciales, que me preocupan en consulta desde que volví (hace aproximadamente unos 10 meses) a la asistencia sanitaria propiamente dicha.
La inercia y el devenir de la sociedad en general (y algunos profesionales) tiende de forma progresiva a la #medicalización de cada instante de nuestras vidas y a hacer depender todo lo que nos acontece en si cierto fármaco u otro nos servirá para mejorar nuestro malestar, y cuando digo malestar me refiero desde un ciertamente “incapacitante” estornudo hasta un “potencialmente letal” desengaño amoroso, pasando siempre por una “desconocida” gastroenteritis aguda…
En los últimos años, si de algo nos sirven las Redes Sociales a los profesionales sanitarios es que nos acercan a las últimas tendencias y novedades en salud, estudios, análisis, iniciativas, acciones y actividades realizadas por colegas alrededor del mundo que en ocasiones nos sirven para atrevernos a llevar a cabo esa acción con nuestros pacientes que quizás no nos hubiéramos atrevido a realizar si no viéramos que nuestros pensamientos son compartidos y que en ocasiones no somos tan raros ni vamos tan en contra de lo “normal” como puede parecernos simplemente por pensar en”alternativas” a los protocolos y algoritmos que se nos ha enseñado en la facultad de medicina y durante todo nuestro aprendizaje a lo largo de nuestra carrera.
Incluso los nuevos medios de comunicación digitales nos son útiles a los profesionales sanitarios para “convencer” a los pacientes de que lo que estás intentado hacer es positivo para ellos, aunque ya me da rabia que se lo crean cuando lo leen en #Twitter y no cuando se lo digo yo, pero si sirve para que al menos lo crean…
¿A qué me estoy refiriendo con todo esto? Pues a que desde hace ya algún tiempo y tras años “tragando” y aconsejando sin éxito (parece que mi asertividad no es suficiente…), me estoy plantando y creo que hay que hacer ver al paciente, a sus preocupaciones y a sus “exigencias” que no todo depende de las medicinas (fármacos) sino que con un poco de medidas no farmacológicos y algo de paciencia (que brilla por su ausencia en los últimos tiempos, en que esta sociedad de consumo y de prisas…) en ocasiones pueden ayudarnos para evitar la toma de fármacos y lo más importante, LA PRESENCIA DE SUS EFECTOS SECUNDARIOS!! Y parece que ahora, por H o por B (llámale tv, familiar, vecina de en frente u otro medio de comunicación…) los pacientes están más receptivos a nuestros consejos relativos a la desmedicalización.
Fármacos tan “inocuos” hasta hace unos años como el mundialmente conocido “protector gástrico” #omeprazol o el #antiinflamatorio de “baja potencia” como el #ibuprofeno, o las estatinas para controlar el colesterol, pueden provocar efectos secundarios devastadores tras el uso continuado e incontrolado y parece que a pesar de haberlo pregonado por activa y por pasiva en consulta, ahora cuando aparece en los medios de comunicación despiertan los pacientes e incluso vienen a reclamar que se les retire y se les de otras alternativas cuando llevamos tiempo avisando.
Y tras estos vendrán otros, porque entre otras cosas, los desengaños amorosos y desilusiones ante los bandazos que nos va dando la vida, no deberían ser tratados con antidepresivos y/o ansiolíticos y mucho menos deberían ser abandonados a las pocas semanas de haber empezado el tratamiento cuando parece que la vida vuelve a dar alegrías…
Ahora que tenemos la inestimable colaboración de los medios de comunicación reforzando nuestros consejos de desmedicalización y que el médico ya no es esa persona “que no me receta nada y solo me manda beber mucha agua y vitamina C…” sino que es alguien que realmente se preocupa por su salud (no solo por que le ceda su malestar sino porque lo que pueda recoomendarle no le haga más daño…) déjense aconsejar y vayamos todos a una.
Por mi parte, como seguro hacéis ya muchos de vosotros en vuestro día a día, hace tiempo intento “racionalizar” muy mucho la prescripción de fármacos (cuando estos no son necesarios) o ajustar dosis a la mínima dosis eficaz como puede ser el ajuste de ibuprofeno a dosis de 400 mg en lugar de la dosis mundialmente conocida de 600 mg (no tan frecuente fuera de nuestras fronteras…).
Habrá que empezar a darle vueltas a estas y otras alternativas a los “irremediables” males de la sociedad y reinventarnos, cosa que no es para nada negativa e ir pensando en afrontar los problemas de los pacientes y sus circunstancias desde otro punto de vista.
¿Qué tal si pensamos en abordar con alternativas emergentes como la #psiconeuroinmunología o la aplicación del coaching en salud? Pueden preguntarle a profesionales que ya aplican este tipo de técnicas con muy buenos resultados obtenidos en su día a día en su aplicación tanto en la consulta como en el abordaje de la gestión de las relaciones interpersonales e interprofesionales dentro del centro de salud…
Así que, ¿nos animamos a desmedicalizar el respirar y a reinventar la medicina?
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